
Monet, el pintor de la luz
Es, su obra, de una riqueza cromática inigualable, fuente inagotable para aquellos que amamos el color. Nadie como él ha estudiado la incidencia de la luz, creando impresiones ópticas según la estación del año y la hora del día. Sobre un mismo tema, realizaba distintas obras en las que hacía alarde de la variedad de tonos según el transcurso del día. Se trataba de un estudio en profundidad y sobre el terreno; colocaba varios lienzos y trabajaba en ellos simultáneamente, pasando al siguiente en cuanto cambiaba la luz y la sombra que ésta proyectaba. Cada pincelada expresaba los cambios tonales de la atmósfera sobre edificios y paisajes.
Muchos años dedicó Monet a esta observación y trabajo. Entre 1889 y 1893 pintó la serie de almiares (montículos de paja), obras en las que anotaba la estación del año y las horas del día. Los primeros trazos los realizaba a “plein air”, pasando a otro lienzo horas después para comenzar con otras tonalidades que marcaban los cambios producidos. Luego, los terminaba, el resto del año, en su estudio en Giverny.
Durante el invierno de 1892/93 , pintó la catedral de Ruán en 50 obras, desde el apartamento que alquiló frente al edificio. En todas ellas analiza un momento único de luz y color .
Hacia 1901, viajó a Londres donde realizó un centenar de cuadros cuyo tema era el puente de Waterloo y el Parlamento sobre el río Támesis. Tres años estuvo pintando este puente que divisaba desde el hotel Savoy , donde se hospedada.
Durante 1908-9 viajó a Venecia. Allí continuó con esta observación de la luz realizando numerosas obras tuyo tema era el reflejo de la ciudad sobre las aguas de los canales, y los cambios atmosféricos que acentuaban o suavizaban los contornos.
Toda su obra gira en torno a esas impresiones cambiantes de la luz. No es de extrañar que sea él el artífice del cuadro Impresión, sol naciente que da nombre al IMPRESIONISMO.
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